El Senado
italiano ha aprobado por unanimidad una orden del día que obliga a
los ministerios de Agricultura,
Ambiente y Sanidad, a adoptar la “cláusula de salvaguardia” respecto a los cultivos transgénicos (OGM). La
norma, prevista en 2001 por la Unión Europea (UE), aunque discutida, permite
que un país miembro pueda prohibir este tipo de cultivos, aún cuando la
normativa comunitaria los haya autorizado.
Italia cultiva en
vía experimental solo una hectárea súper protegida de OGM, frente a las más de
100.000 de España, aunque se encuentra con la dificultad de los
transgénicos que llegan a través de las importaciones.
Otros países de la UE, como Francia, han recurrido a la misma cláusula de salvaguardia, aunque han
tenido que enfrentarse con recursos ante la corte de Estrasburgo.
“No necesitamos
productos transgénicos”, ha rebatido la Confederación Italiana de
Agricultores (CIA), según la que “la
cláusula de salvaguardia contra los OGM es esencial para tutelar nuestra
agricultura diversificada y de calidad“. La ministra de
Agricultura, Nunzia De Girolamo, ha añadido que “la agricultura italiana necesita apoyarse sobre sus aspectos de mayor
fuerza y por lo tanto el cultivo de OGM no puede ser de ayuda a nuestro sistema,
que se basa en primer lugar sobre la calidad y no la cantidad”.
Mario Capanna, presidente de la fundación Derechos
Genéticos, que había presentado formalmente la petición, ha comentado que “el voto favorable de todos los partidos,
acoge la voluntad ya expresada por todas las regiones italianas, los
productores y consumidores del país“.
El texto aprobado compromete al Gobierno “a potenciar la investigación científica
pública y a reforzar la actividad de supervisión y control para evitar la
contaminación entre cultivos genéticamente modificados y no, y para controlar
la eventual presencia de simientes transgénicas no autorizadas”.
El tema de los OGM sigue siendo fuente de encarnizado debate en Europa,
que al contrario de los EEUU adopta normas mucho más rígidas. Aún así, las
variedades transgénicas autorizadas en ámbito europeo son pocas y, a excepción
de España, algunos países, como Alemania y Francia, tienden a reducir o
prohibir su cultivo, como ha sucedido con un tipo de maíz en Alemania, Francia,
Hungría, Grecia, Luxemburgo, Austria y Bulgaria. La República Checa, segundo
país europeo después de España, cultiva menos de mil hectáreas.
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