Desde el año 1900, a partir del notable trabajo
sociopolítico del Dr. Estanislao Zeballos, el Consejo Nacional de Educación instaura
el Día Nacional del Árbol con el objeto de fomentar la valoración de todos los
árboles como fuente indispensable para el desarrollo de la vida, en todas sus
diferentes formas de expresión.
En la actualidad, la República Argentina aloja alrededor de 400 especies
distintas de árboles, de las cuales cerca del 30% son autóctonas y se
encuentran extendidas por todas las distintas regiones que conforman el país.
De éste último subgrupo, un poco más de treinta especies se ven forzadas a la
extinción por acción directa e indirecta de la mano del hombre, como por
ejemplo el Alerce, la Queñoa o el Ciprés.
Los árboles, unidad fundamental para un gran número de
biomas alrededor de todo el mundo, cumplen funciones altamente sinérgicas,
participan en los ciclos vitales naturales del entorno del que forma parte,
como ser la conservación del equilibrio de las cantidades de nutrientes y
humedad característicos de los suelos fértiles, o conformando el sustento
nutricional y alimenticio de un sin número de especies permitiendo su
desarrollo y evolución. Sin que podamos notarlo, su presencia es esencial
también para el desarrollo humano, ya sea por medio de su aprovechamiento
directo, como la tala o el turismo, o indirecto, como la regulación forestal
del régimen de lluvias que permite una estabilidad de crecimiento en las
actividades agrónomas.
Fotos Ricardo Barbieri |
Cualquiera sea la relación que nos conecte a los árboles o a
cualquier otro bioma natural, la conciencia y la claridad de acción deben ser
las cualidades insustituibles que debemos garantizar para nuestro trabajo. La
tala puede convertirse en una buena herramienta de desarrollo sustentable si es
acompañada de una seria planificación de restauración, en la que se establezcan
los tiempos de crecimiento mínimos, números de plantaciones por cada cantidad
talada y los órganos estatales o de la sociedad civil encargados del monitoreo
y control como medida preventiva ante eventuales incumplimientos de la
reglamentación. La sociedad debe exigir que nuevas prácticas amigables con el medio
ambiente comiencen a ser moneda corriente en los estratos más altos de la
nación que constituyen.
Por otro lado, no debemos perder de vista las condiciones en
que hoy encontramos nuestras tierras y las prácticas nocivas que implementamos
sobre ellas. La desertificación y la sequía están afectando cada vez a un
número mayor de habitantes, y las resoluciones que se implementan no dan abasto
para frenar éste avance. Una simple y no menos importante respuesta para ésta
problemática consiste en el fomento de la reforestación de especies autóctonas,
estableciendo en zonas urbanas y rurales nuevos centros verdes de árboles que
permitan remediar el daño ocasionado a los suelos e incentivar el desarrollo
social por medio del respeto al medio ambiente.
Como podemos ver, los árboles son excelentes indicadores de
la salud de nuestro planeta. Seamos atentos y no los descuidemos.
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