El crecimiento de la soja y sus derivados en la Argentina se ha constituido en un fenómeno trascendente y fundamental para el país, tanto desde el punto de vista económico como social. Para la campaña 2002/03, la soja representó más del 50% del total de los granos producidos, considerando los cinco cultivos mas difundidos en la pampa húmeda.
Este proceso se inició en 1996, cuando Felipe Solá, por entonces Secretario de Agricultura, autorizó la siembra en nuestro país de la primera semilla de soja RR, un transgénico inventado por los científicos de la empresa Monsanto. El término RR significa resistente a Round-up, que es la marca comercial de herbicida glifosato, también inventado por Monsanto.
Esta significativa expansión se pudo hacer en definitiva, por los avances e innovaciones tecnológicas, las capacidades de los agricultores, la fuerte y sostenida demanda del poroto, las inversiones agroindustriales y la mejora real de su precio relativo, devaluación y precios internacionales, la soja RR, la siembra directa y el herbicida glifosato.
Este proceso se inició en 1996, cuando Felipe Solá, por entonces Secretario de Agricultura, autorizó la siembra en nuestro país de la primera semilla de soja RR, un transgénico inventado por los científicos de la empresa Monsanto. El término RR significa resistente a Round-up, que es la marca comercial de herbicida glifosato, también inventado por Monsanto.
Esta significativa expansión se pudo hacer en definitiva, por los avances e innovaciones tecnológicas, las capacidades de los agricultores, la fuerte y sostenida demanda del poroto, las inversiones agroindustriales y la mejora real de su precio relativo, devaluación y precios internacionales, la soja RR, la siembra directa y el herbicida glifosato.
Pero el gran negocio no tardó en mostrar su lado oscuro. Como resultado de esta política se ha reforzado el latifundio. El negocio sojero favoreció la concentración de la tierra, pues naturalmente se buscó ampliar la escala para reducir los costos. En la Argentina, el 3% de las explotaciones agropecuarias produce el 70% de la soja. Hay 17 millones de hectáreas en manos de extranjeros y el 1,3% de las grandes estancias y empresas posee el 50% de las tierras. Los Censos Nacionales Agropecuarios, muestran que entre los años 1988 y 2002 en nuestro país, desaparecieron 103.405 explotaciones (24.5 %) y la superficie promedio de las unidades productivas, se elevó de 421 a 538 hectáreas.
La expansión de la soja, representa una poderosa amenaza sobre la biodiversidad en la Argentina. Entre 2002 y 2006 las provincias del Chaco, Córdoba, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán, perdieron 660 mil hectáreas de bosques nativos como consecuencia directa del avance del cultivo de soja.
La expansión sojera se logró en parte, a partir de la incorporación de nuevas tierras, pero también por sustitución de otros cultivos y actividades que bajaron sus producciones durante las últimas seis campañas. La superficie cultivada de algodón disminuyó un 83%, la del arroz un 44.5%, la del maíz un 25,5%, la del girasol un 23.8% y la del trigo un 14.5%.
También sufrieron este proceso, las actividades ganaderas de zonas tradicionales de cría e invernada y la producción tambera. Otra consecuencia indeseada del proceso de expansión sojera, es la reducción de la seguridad alimentaria en los países productores, al destinarse a su cultivo tierras que previamente se utilizaban para la producción lechera, los granos o la fruticultura.
Los monocultivos, como el de la soja, originan desequilibrios agro-ecológicos como la pérdida de la capacidad productiva de los suelos; una mayor presión de plagas y enfermedades; cambios en la población de malezas y un mayor riesgo por contaminación con plaguicidas. En la campaña 2004/05 las aplicaciones con glifosato alcanzaron los 160 millones de litros, y se espera un incremento aún mayor en el uso de este herbicida, a medida que las malezas comiencen a tornarse tolerantes al mismo y se sigan ampliando las áreas de siembra.
La intensificación de la producción sojera en Argentina, provocó una importante caída en el contenido de nutrientes del suelo. Su producción continua implicó la extracción, sólo en el año 2003, de casi un millón de toneladas de nitrógeno y alrededor de 227.000 de fósforo, nutrientes considerados esenciales para el crecimiento, desarrollo y rendimiento de los cultivos. Sólo para reponer esos dos elementos, en su equivalente de fertilizantes comerciales, se necesitarían unos 910 millones de dólares.
La expansión de la soja, representa una poderosa amenaza sobre la biodiversidad en la Argentina. Entre 2002 y 2006 las provincias del Chaco, Córdoba, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán, perdieron 660 mil hectáreas de bosques nativos como consecuencia directa del avance del cultivo de soja.
La expansión sojera se logró en parte, a partir de la incorporación de nuevas tierras, pero también por sustitución de otros cultivos y actividades que bajaron sus producciones durante las últimas seis campañas. La superficie cultivada de algodón disminuyó un 83%, la del arroz un 44.5%, la del maíz un 25,5%, la del girasol un 23.8% y la del trigo un 14.5%.
También sufrieron este proceso, las actividades ganaderas de zonas tradicionales de cría e invernada y la producción tambera. Otra consecuencia indeseada del proceso de expansión sojera, es la reducción de la seguridad alimentaria en los países productores, al destinarse a su cultivo tierras que previamente se utilizaban para la producción lechera, los granos o la fruticultura.
Los monocultivos, como el de la soja, originan desequilibrios agro-ecológicos como la pérdida de la capacidad productiva de los suelos; una mayor presión de plagas y enfermedades; cambios en la población de malezas y un mayor riesgo por contaminación con plaguicidas. En la campaña 2004/05 las aplicaciones con glifosato alcanzaron los 160 millones de litros, y se espera un incremento aún mayor en el uso de este herbicida, a medida que las malezas comiencen a tornarse tolerantes al mismo y se sigan ampliando las áreas de siembra.
La intensificación de la producción sojera en Argentina, provocó una importante caída en el contenido de nutrientes del suelo. Su producción continua implicó la extracción, sólo en el año 2003, de casi un millón de toneladas de nitrógeno y alrededor de 227.000 de fósforo, nutrientes considerados esenciales para el crecimiento, desarrollo y rendimiento de los cultivos. Sólo para reponer esos dos elementos, en su equivalente de fertilizantes comerciales, se necesitarían unos 910 millones de dólares.
La expansión de la frontera agropecuaria, hizo que muchos campesinos con tenencia precaria de la tierra fueran expulsados. En numerosas comunidades extrapampeanas, existe como consecuencia de la sojificación una gran expansión económica, pero esto se da generalmente en manos de unos pocos, considerados "grandes" que sistemáticamente trasladan los recursos generados, hacia fuera de la región donde se originan.
Mientras tanto, existe una amplia franja de pequeños productores que no pueden aprovechar estas ventajas del mercado, por la imposibilidad que generan factores relacionados a la escala y al tamaño de las empresas, disponibilidad tecnológica y acceso al capital, corriéndose el riesgo de un deterioro del capital social, el desarrollo socio-económico y el "tejido local" de las regiones.
La calidad de vida –indicador clave en el desarrollo– de los habitantes de las zonas productoras de soja, no ha mejorado significativamente y las zonas rurales se siguen despoblando. Ciento treinta pueblos de la provincia de Santa Fe, están en riesgo de desaparecer.
Mientras tanto, existe una amplia franja de pequeños productores que no pueden aprovechar estas ventajas del mercado, por la imposibilidad que generan factores relacionados a la escala y al tamaño de las empresas, disponibilidad tecnológica y acceso al capital, corriéndose el riesgo de un deterioro del capital social, el desarrollo socio-económico y el "tejido local" de las regiones.
La calidad de vida –indicador clave en el desarrollo– de los habitantes de las zonas productoras de soja, no ha mejorado significativamente y las zonas rurales se siguen despoblando. Ciento treinta pueblos de la provincia de Santa Fe, están en riesgo de desaparecer.
Las actuales circunstancias exigen repensar muchas cosas, quizás la más importante de ellas, la constituye el compromiso serio y responsable con el progreso social, económico y cultural de nuestra comunidad y el de las generaciones futuras.
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