Millones de móviles, cámaras digitales, ordenadores,
tabletas y demás artilugios electrónicos acaban cada año en la basura común, lo
que supone un enorme peligro para la salud y el medio ambiente, advierte
Naciones Unidas.
Y el problema va a más: si en el año 2000 se produjeron
alrededor de 10 millones de toneladas de desechos electrónicos, ahora son unos
50 millones, equivalente a ocho veces el peso de la gran pirámide egipcia de
Guiza.
Esa cifra significa que cada habitante del planeta genera
una media de siete kilos de basura tecnológica y los cálculos prevén que en los
próximos tres años esos residuos aumenten en un tercio, según datos de Naciones
Unidas.
La basura per cápita producida varía según la riqueza y
consciencia ambiental de cada país, y va desde los 63 kilos que genera un
catarí, pasando por los casi 30 de un estadounidense, los 23 de un alemán, los
18 de una español, los 9 de un mexicano, los 7 de un brasileño o los 620 gramos
de un maliense.
Muchos aparatos electrónicos, que tienen una vida cada vez
más corta, están cargados de metales pesados muy dañinos para la salud.
Materiales como el plomo, el mercurio, el cadmio o el zinc
pueden ser una fuente contaminante a largo plazo si no se los recicla de forma
adecuada.
Algo que sólo se hace con una mínima parte de toda esa
basura, según denuncian desde Naciones Unidas y grupos de protección del
medioambiente.
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