La sed como su hermana mayor, el hambre, tiene la paciencia del viento. Es un huracán silencioso que sopla ahí donde lo mandan o donde lo dejan soplar. Crecer y vivir sin agua potable convierte a los hombres en llagas ambulantes.
En Argentina, donde existen algunas de las reservas acuíferas más importantes del planeta, las imprevisiones, los olvidos, el desmonte y el mal manejo del suelo, hacen que en algunas provincias la vida sea irrespirable.
En Argentina, donde existen algunas de las reservas acuíferas más importantes del planeta, las imprevisiones, los olvidos, el desmonte y el mal manejo del suelo, hacen que en algunas provincias la vida sea irrespirable.
En Santiago del Estero, Chaco y el norte de Santa Fe las escuelas y los pueblos enflaquecen y se secan y, al fin, desaparecen como si sólo hubiesen sido espejismos en el polvo. Todos los que pueden escapan del infierno. Los subsaharianos suben a los botes y se lanzan al mar, ese desierto líquido que entra en ellos sólo para devorarlos antes de que lleguen a los campos de prisioneros que los esperan en Europa. Nuestros compatriotas del norte suben a los camiones y a los trenes, ahí donde todavía pasa alguno, y vienen a asentarse en los alrededores de las grandes ciudades para disfrutar del paraíso: La mugre de los otros y una canilla de donde a veces se escapa algún suspiro.
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