Un informe previo a la cumbre de Río, avisa del retroceso ambiental. El planeta se calienta y pierde biodiversidad y bosques a un ritmo desconocido.
Dos décadas de buenas palabras y de discursos a favor del medio ambiente, no han evitado que los principales parámetros para medir la sostenibilidad de la actividad humana, hayan empeorado.
El objetivo de contener el calentamiento en dos grados para final de siglo se aleja; los océanos son cada vez más ácidos; la biodiversidad desaparece a un ritmo desconocido desde la extinción de los dinosaurios y la deforestación está alcanzando tales cotas que supondrá un coste para la economía mundial, superior a las pérdidas derivadas de la crisis financiera de 2008.
Así lo constata el informe GEO-5, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), como previa a la cumbre de Río+20 que se celebrará en Brasil dos décadas después de la primera cumbre de la Tierra. De 90 objetivos solo hay avances significativos en cuatro. La ONU recomienda a los Gobiernos que, entre otras cosas, acaben con las subvenciones a los combustibles fósiles.
Los cambios que actualmente se observan en el sistema Tierra, no tienen precedentes en la historia de la Humanidad”, arranca el documento, en el que han colaborado unos 600 expertos: “Los esfuerzos por reducir su velocidad o su magnitud, han dado resultados moderados pero no han conseguido revertir los cambios ambientales adversos”.
El informe —que alerta de que esas alteraciones de los ecosistemas no son lineales y que llegados a un punto pueden ser abruptos e irreversibles— puede agitar algo la cumbre de Río, que se presenta con un perfil bajo, menor que la de Johannesburgo en 2002 o la primera, en Río en 1992.
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