Garbage Patch, el gran remolino de basura no biodegradable
que forma un espantoso archipiélago de cinco islas de plástico en los océanos,
se convirtió en un Estado federal con bandera, capital (Garbandia) y
constitución, el jueves 11 de abril. El reconocimiento de la comunidad
internacional tuvo lugar en el marco de una instalación performance en la Sala
de los Pasos Perdidos de la sede de la Unesco en París.
La acción es la primera iniciativa de Wasteland, un proyecto
en proceso de la artista italiana María Cristina Finucci, que se
propone visibilizar uno de los fenómenos de contaminación más graves del
planeta. “Pese a sus dimensiones, —16 millones de kilómetros cuadrados y
la isla más grande es mayor que Tejas—, el archipiélago es solo la
punta de un problema invisible y, por ello, aún más insidioso.
Debido a la
fotodegradación solar, los detritos reunidos por las corrientes en el centro de
los océanos son reducidos en pedacitos cada vez más pequeños hasta resultar
invisibles al ojo humano. Sin embargo, están ahí y en una concentración de una
parte de plancton por cada seis de plástico”, explica Finucci, convencida de
que materializar el Garbage Patch en un nuevo Estado le otorgará una presencia
más tangible y más fácil de combatir. “Como entidad concreta, aunque ficticia,
el Estado dará forma a un problema de escala planetaria que aún no tiene a los
ojos de la opinión pública consistencia real”, añade la artista. Tras la
performance se inauguró la web garbagepatchstate.org, a través de la cual la
historia y el mito de las islas de basura serán difundidos y alimentados por
las contribuciones de todos los que quieran intervenir en el blog. Cualquiera
podrá registrarse como ciudadano del Garbage State y recibir el pasaporte
oficial.
Wasteland toma su nombre del poema de T.S. Eliot y
en principio se desplegará a lo largo de dos años en diferentes formatos:
instalación, performance, vídeo y fotografía. “El arte puede lograr
la reacción que la información científica y el pensamiento racional no han
obtenido. Este desastre nos involucra a todos porque es obra de todos. Somos a
la vez víctimas y verdugos. Por ello este trabajo no surge solo como
respuesta racional a la contaminación de los mares, sino como todo lenguaje
artístico conserva un aspecto irracional y emotivo”, asegura Finucci. Realizado
en colaboración con la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, la institución
italiana de referencia en las políticas ecológicas y ambientales, el Garbage
Patch State tendrá su pabellón nacional en el patio de la universidad durante
la Bienal de Venecia, que se inaugurará el 1 de junio. Luego la artista llevará
a cabo un periplo de instalaciones-performances en diversas ciudades, empezando
por Roma en septiembre y más adelante en Madrid, donde María Cristina Finucci,
se trasladó a principios de año: es la esposa del nuevo embajador de Italia en
España.
“No tengo la intención de demonizar el plástico, sería una
utopía querer eliminarlo, ha producido una revolución silenciosa y facilitado
en gran medida la vida humana. El problema es que la inmediata disponibilidad
de los objetos les ha quitado su dignidad y por ello los abandonamos sin
pensar”, reflexiona. Según sus investigaciones, desde 1970 el Garbage Patch,
que fue objeto también de un proyecto artístico de Daniel Canogar, ha
multiplicado su superficie por cien y, ya que no hay remedios efectivos para
limpiar los océanos, tan solo podemos evitar que crezca ulteriormente. “Los
Gobiernos pueden hacer mucho y en los países que han limpiado sus costas los
resultados son evidentes. Sin embargo, la respuesta pasa por cambiar las
costumbres, antes de que sea tarde. Este proyecto no se agota en la producción
de algún objeto o instalación, sino que consiste en un recorrido de relaciones
y actitudes que implican involucrarse a nivel intelectual y emotivo”.
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