Por Guillermo Legaspe
“Media escondida por el transito suburbano y como a la sombra de un puente vial, ahí anda entre sus cipreses la iglesia de la Purísima Concepción.”
Así empezaba su nota, allá por diciembre de 2006, Sergio Kierman en el suplemento m2 (metro cuadrado) de Página/12.
Hoy como en diciembre de 2006, como en los 70 o como a mediados del siglo pasado, la “Purísima” sigue estando entre sus cipreses… pero con un presente muy, pero muy, distinto.
Pero esta historia la quiero contar desde el principio para así poder darle la importancia que quiero darle a este relato. Por ahí cantaba Garay!!!
Allá por el 1580, cuando Garay realiza la segunda fundación de Buenos Aires, uno de los contingentes que venía por tierra atravesó por primera vez estas lomadas ya que por la altura de estas tierras era fácil de divisar el río por donde venían las naves con los españoles.
Unos años más tarde un enviado del rey de España que debía establecer una ruta para organizar un correo de mulas que llegara hasta Lima, al momento de describir esa salida decía: Al salir de la capital, hay que dirigirse al poblado de Las Conchas, atravesando un monte de Talas y plantas autóctonas y salvajes. Ese bosque o monte al que se refería no era ni más ni menos lo que es hoy General Pacheco, Troncos del Talar y una porción de Don Torcuato. Esto ocurría aproximadamente por el año 1765.
Entre 1820 y 1830 aparece en escena un coronel del ejercito reclamando al estado tierras por esta zona donde desarrolla un establecimiento rural que al promediar el siglo tenía una extensión aproximada de 6600 m2. Ese coronel era un señor llamado Ángel Pacheco.
Ángel Pacheco fallece en el año 1869 y a partir de ahí su hijo José Felipe hereda el casco de la estancia, donde hoy esta el country El Talar, y comienzan a levantarse una serie de edificios entre las que se encuentran el castillo, escuelas, correo, comercios y La Iglesia. 5 de Mayo de 1886, fecha de la fundación de la iglesia, la Purísima.
De este más que pequeño resumen donde se reseña un poco lo que pasó en esa época quiero rescatar dos cosas de las que quiero hacer hincapié: El Monte de Talas y plantas autóctonas y La Iglesia, “La Purísima”.
Recuerdo cuando era muy chico acompañar a mi mamá a buscar a mi hermana al jardín de infantes que funcionaba en la iglesia, en la Purísima. Me encantaba ir todos los días ya que estaba maravillado con ese bosque natural que estaba en ese lugar. Ni sabía que esos árboles gigantes y plantas salvajes autóctonas habían tenido una historia que recién de más grande lo supe. Solo quería ir y subir a esos árboles y sentirme libre de volar de rama en rama. Esas ramas rústicas y largas, que colgaban hasta el piso, ese desnivel inmenso que daba la sensación de estar en una selva, húmeda y fresca.
El tiempo fue pasando y un tiempo después, no mucho, estuve en las patrullas. Un grupo de nenes, ya que no teníamos más de 11 años, corriendo y jugando entre esas plantas desconocidas que nos daba una sensación de estar en otro mundo, de estar viviendo una película de aventuras.
Los talas, los pinos, el follaje salvaje con sus largas lianas hacían de nuestras vidas todo un mundo desconocido y con muchas ganas de disfrutar de ello. Pasar por el túnel, ese túnel de quince metros que para nosotros era de interminables kilómetros. De un lado ese follaje maravilloso y misterioso delante de la entrada del pasadizo y allí ver la salida, una tenue luz al final y al salir de el otro pequeño bosquecito repleto de cañas y arbustos naturales.
Siempre recuerdo al padre Juan que nos decía que teníamos que cuidar ese lugar ya que había muchas plantas que habían sido plantadas especialmente en ese lugar y que esa naturaleza era de todos, si de todos. Y fue así que a pesar que subíamos a los árboles y atábamos sogas siempre tuvimos especial cuidado ya que además de ser plantas especiales era nuestro bosque de las fantasías que todo chico de 11 años tenía en sus sueños. Era un lugar mágico que alguien le había regalado a la comunidad.
Un tiempo después me toco la comunión y allí fui. Otra vez a la Purísima. Que afortunado fui. Grupos de catequesis compartiendo momentos especiales bajo la sombra de ese follaje igual de especial.
Más allá en el tiempo, la confirmación en la Purísima. Montones de adolescentes por todas partes en el parque la parroquia. Esas incursiones a la cripta de los Pacheco con todo el suspenso digno de una película de Hitchcook, los rayos de sol por entre esas ramas centenarias, los campamentos entre los enormes eucaliptos y los primeros romances bajo la palmera.
El padre Juan, las hermanas Rita y Angelita, íconos de esa época. Ellos nos acompañaron cuando fuimos catequistas de confirmación y todo lo hacíamos rodeados de ese espectacular bosque que tantas alegrías nos dio.
Después llegaron los nuevos curas: Abel Caride, Miguel Calvo, Alejandro Soiza, los Taboada (Rolfi y Pablo), Adrian Santarelli y Martin Fassi entre otros. Todos marcaron una etapa en este Pacheco querido, en nuestra Purísima Concepción.
Muchos años después me puse de novio y me case en la Purísima. Bautizamos a nuestros hijos en la Purísima y también tomaron la comunión.
Toda una vida alrededor de la iglesia de Pacheco. El templo que desde 1886 esta ahí, entre esos imponentes cipreses y rodeada de Talas y forestación autóctona que datan también de ese tiempo pero…
-siempre tiene que haber un pero??? y si hay un pero es por que algo pasó-… normalmente el “pero” invalida todo lo anterior, no es mi idea. Quiero que este pero signifique recapacitar, pensar antes de actuar. A veces ser impulsivo puede arruinar.
Después de Martín Fassi vino como párroco a la Purísima el padre Jorge Eduardo Schening… y… emmm… uh, se me complicó… como seguir…
Como decir que “desforesto todo”!!! Ah nooo… No podes hacer lo que hiciste. Lamento no haber podido explicarte lo que significaba todo ese espacio que desapareciste para nosotros, para la comunidad de Pacheco.
Toda la comunidad de Pacheco, la vieja comunidad, el original de Pacheco, orgulloso de sus raíces solo sabe lo doloroso que fue ver el parque de la iglesia recién afeitado.
Fue como si hubieras tenido barba toda la vida y te tuviste que afeitar para la foto del documento. No solo podaste unos árboles y desmalezaste unos yuyos también cortaste parte de nuestra historia y parte de la historia de Pacheco.
Como puedo hacer para que sientas que cometiste un error, que nada que hagas en ese lugar lucirá tan bien como el bosquecito que allí había. Como decirte que era el último lugar en Pacheco que conservaba parte de nuestra historia, de nuestras raíces.
Eliminaste naturaleza que hace 250 años habían visto esos españoles buscando una ruta a Lima. Como decirte… como explicarte… como???
Esto es Pacheco. No es ni San Fernando ni Carapachay, es Pacheco. No desmerezco a ninguna comunidad. No somos ni mejores ni peores. Somos Pacheco y tenemos una historia que respetar como también la tienen San Fernando y Carapachay.
En este lugar en el que te toco en suerte vivir, solo lo harás por algunos años y después te iras a otro lado y vendrán otros. Pero hagas lo que hagas en la comunidad de Pacheco pasaras a la historia como el cura que eliminó de la faz de la tierra el último bosque autóctono que teníamos. Una pena, una verdadera lástima.
Estoy triste.
Guillermo Legaspe
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