Crecen día a día, los daños causados por la explosión de una plataforma estadounidense y su posterior hundimiento. El accidente se inició el 20 de abril y once personas están desaparecidas.
Aparentemente provocado por un aumento de presión en el pozo petrolífero, el derrame continúa: todos los días, cantidades equivalentes a unos 1.000 barriles de crudo se están esparciendo en el Golfo de México, y el impacto ambiental del accidente tendrá consecuencias catastróficas.
Hace unos pocos días, la superficie del Golfo afectada por el derrame era de cerca de 1.000 km2, pero el petróleo sigue escapándose sin control. La compañía Transocean, propietaria de la plataforma y que la había alquilado a la empresa British Petroleum para la explotación del pozo, se está encargando de intentar detener el desastre.
La intención de Transocean es, con el auxilio de otras dos plataformas, perforar un pozo de alivio, llamado así por la intención de detectar el escape de petróleo y detenerlo mediante la inyección de un líquido pesado.
Sin embargo, los fenómenos climáticos presentes en la región, con lluvias y tormentas frecuentes, además de un intenso oleaje, están complicando la realización de las tareas que ayuden a aliviar las graves consecuencias de la explosión y el derrame de petróleo en el Golfo de México.
Estimaciones recientes aseguran que la tasa de flujo de hasta 60.000 barriles por día - una cifra apenas por debajo de una estimación más pesimista de 100.000 barriles diarios realizados por BP, en un documento interno publicado recientemente en un panel de congresistas. El tesorero del Estado de Louisiana, ha estimado que los daños económicos y ambientales en el Golfo de México por el derrame de petróleo, podrían oscilar entre 40 mil millones a 100 mil millones de dólares.
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