La ciudad de Buenos Aires, y las Municipalidades de Villa Constitución y Coronel Bogado en la provincia de Santa Fe, y Marcos Juárez en la provincia de Córdoba prohibieron por ordenanza la instalación de plantas de incineración de residuos peligrosos. En la Municipalidad de Casilda, en Santa Fe, rige una prohibición temporaria para la instalación de incineradores. Contrariamente a esta tendencia, el distrito de Tigre, están habilitados ocho incineradores, reunidos en cinco plantas, lo que significa un 20 por ciento del total de todas las existentes en el territorio bonaerense y el 50% de las empresas dedicadas a la incineración de residuos patológicos de la provincia de Buenos Aires.
Ocurre que la operación "normal" de una planta de esta naturaleza, produce tres tipos principales de "outputs" o salidas de riesgo: (a) Efluentes aerodispersables desde la chimenea; (b) Efluentes gaseosos y particulados por pérdidas en los procesos dentro de la planta, y (c) Cenizas tóxicas que siguen teniendo el carácter de tal aunque se entierren, aíslen o vitrifiquen.
En el proceso de incineración, parte de los residuos no se queman y se liberan como vapores o pequeñas partículas. Existen también productos de combustión incompleta, entre los cuales las dioxinas y los furanos policlorados, son de alta toxicidad y bioacumulativos.
Efectivamente, entre los contaminantes tóxicos emitidos por los incineradores, se encuentran las dioxinas. Son compuestos que se producen involuntariamente, en los procesos de combustión que involucran el cloro. Este grupo abarca a las dibenzo-p-dioxinas policloradas, furanos, bifenilos policlorados (PCBs), y otros compuestos clorados.
Las dioxinas son Compuestos Orgánicos Persistentes (COPs). Son sustancias sumamente tóxicas aún en muy bajas concentraciones, persisten en el medio ambiente por períodos prolongados sin degradarse, se concentran en los tejidos grasos de los organismos vivos, se van acumulando a medida que asciende la cadena alimentaria (proceso llamado biomagnificación), y se transmiten de la madre al bebe durante la gestación o la lactancia. Por otra parte, estos compuestos pueden ser fácilmente transportados tanto por agua como por aire, desde la incineradora que le dio origen a puntos muy alejados.
En el caso de los metales pesados, estos no pueden ser destruidos por el proceso de incineración y son eliminados en forma gaseosa o como partículas, adquiriendo algunos de ellos mayor toxicidad en este estado. Tal es el caso del cromo, hierro, zinc y mercurio, por dar solo algunos ejemplos.
Los metales pesados generan una serie de daños a la salud de los seres vivos, incluyendo disfunciones neurológicas, alteraciones en el sistema inmunológico, malformaciones congénitas, problemas en los riñones y los pulmones. La incineración de residuos es una importante fuente de emisión de mercurio al medio ambiente. El mercurio es bioacumulativo, y produce daños en el organismo a dosis muy bajas. Ataca el sistema nervioso central, puede dañar los riñones y los pulmones, y puede atravesar la placenta y la barrera hematoencefálica.
Entre las partículas que la incineración libera a la atmósfera, se encuentran las partículas ultra finas, que por su ínfimo tamaño no son capturadas por los equipos de control de la contaminación. Son por ende liberadas a la atmósfera, donde pueden permanecer por períodos prolongados, e ingresan fácilmente al organismo ya que tampoco son filtradas por los mecanismos naturales del cuerpo. Las partículas mayores de 10 micrómetros son absorbidas por las fosas nasales.
La inhalación de partículas de menos de 10 micrómetros es muy peligrosa para la salud humana. Entre 10 y 1 micrómetro las partículas son absorbidas por la tráquea mientras que las partículas de menos de 1 micrómetro, llegan a los pulmones y a los tubos bronquiales de los que inhalan. Las afecciones por exposición a corto plazo son irritación y constricción pulmonar, que causa dificultades respiratorias, tos crónica y asma. Los ancianos son los más afectados por esta condición. Los materiales peligrosos, como el plomo y el cadmio, en estas partículas se disuelven una vez en los pulmones y dañan las células. Estas partículas transportan metales pesados, dioxinas y compuestos similares. Algunos metales pesados, al ser liberados en forma de partículas ultra finas, adquieren mayor potencial de daño ambiental y sanitario que el que tenían en la masa original de residuos.
Otra causa de emisiones tóxicas, aún bajo condiciones óptimas del incinerador, es el “fenómeno de las gotas vagabundas” controlado por procesos físicos más que por la oxidación química. Cuando se pulveriza un residuo líquido en la zona de combustión, algunas pequeñas gotas pueden ser arrastradas por convexión a través de la zona de alta temperatura, produciéndose una combustión incompleta.
Si se utilizan filtros húmedos también puede haber generación de agua contaminada con PICs (productos de combustión incompleta) y otros contaminantes. Estos PICs, algunos de los cuales pueden ser más complejos que los residuos originales, son a veces más tóxicos y difíciles de destruir que los compuestos que les dieron origen. Las cantidades de PICs que se forman, dependen de la composición de los residuos que se queman, las condiciones de combustión y -potencialmente- hasta de las condiciones meteorológicas.
Otro peligro generado por estas plantas de incineración, radica en que los restos patogénicos y sus efluentes, tanto aerodispersables como cenizas, puedan contener residuos radiactivos de baja, media e incluso alta actividad. Efectivamente, es muy posible que en Argentina, se hayan incinerado fuentes y piezas contaminadas radiactivamente, sin que sus responsables lo supieran.
No existen registros ni información, relacionados con el debido control que las autoridades competentes, deberían hacer sobre la producción, manejo, transporte y disposición final de las cenizas generadas por este tipo de incineradores.
Efectivamente, además de las emisiones gaseosas, dichos incineradores generan cenizas y efluentes líquidos que no suelen ser tenidos en cuenta. Sin embargo, estos también contienen un una gran cantidad de compuestos químicos. De hecho, mientras más efectivos son los filtros y los dispositivos de control de la contaminación aérea, mayor es la concentración de tóxicos en las cenizas y los efluentes.
La incineración no resuelve el problema de las sustancias tóxicas presentes en los residuos, únicamente las transforma; en algunos casos en formas más tóxicas que las originales. Existen antecedentes de que en abierta violación a la legislación vigente, los operadores de incineradores suelen remitir clandestinamente, cenizas tóxicas y hasta posiblemente con microorganismos patógenos, hacia distintos lugares del país.